Nuestra piel, que actúa a la vez como envoltura protectora y barrera de intercambio, cubre una superficie de casi 2 m2. Es fundamental tanto para nuestro aspecto como para nuestra fisiología. Órgano de primer orden, transporta todo tipo de toxinas fuera del cuerpo gracias a las glándulas sudoríparas (residuos nitrogenados: urea, ácido úrico) y a las glándulas sebáceas (residuos lipídicos: sebo). Ricamente inervado y vascularizado, alberga el sentido del tacto y posee arterias, venas y vasos linfáticos en su superficie. Su importancia para nuestro bienestar y nuestra salud está más que demostrada... ¿Pero sabías que, durante el desarrollo embrionario, se desarrolla a la par que el sistema nervioso? Derivados de la misma lámina, el ectodermo, ambos se forman al mismo tiempo, en el 21º día de vida.
¡Por tanto, la influencia de la mente en nuestra piel no es ningún mito! Comprenda por fin lo que está en juego y cómo armonizar la relación entre nuestra cabeza y nuestro cuerpo.
Establece el vínculo entre las emociones y los problemas de la piel.
Hoy en día, los brotes de enfermedades crónicas de la piel como eccema, psoriasis, herpes, acné o incluso alergias cutáneas… se atribuyen en gran medida al estrés y/o a las emociones fuertes. La profesión médica establece cada vez más esta conexión -y nosotros también la sentimos intuitivamente- sin asociarla a una explicación educativa o una solución concreta. En pocas palabras, un período de estrés, un shock emocional o una molestia hace que el sistema nervioso libere neurotransmisores, propagando la señal de una neurona a otra.
Sin embargo, estos neurotransmisores no están exentos de impacto en la piel: modificación del espesor de los tejidos, producción de colágeno y sebo, respuesta inmune, etc. Bajo su influencia, la piel se expresa de forma más o menos violenta. Este mecanismo natural es bastante virtuoso: permite, en cierto modo, regular una emoción no verbalizada, exteriorizarla.
Lo cierto es que estas manifestaciones involuntarias nos molestan en nuestra vida diaria, a menudo más marcadas en las extremidades, donde las terminaciones nerviosas son numerosas pero también donde nuestra piel es más visible (cara, manos, pies). Estos problemas de la piel en sí mismos causan estrés y comienza un círculo vicioso.
Una forma de identificar causa y efecto puede ser llevar un registro de los brotes. ¿Qué sentí unas horas antes de este nuevo malestar? ¿Qué pasó en los días previos? ¿Con quién interactué? De qué manera ? ¿Ha cambiado mi comportamiento como resultado (sueño, dieta, etc.)?
Si bien esto es cierto en el caso de las enfermedades crónicas de la piel diagnosticadas médicamente, puede generalizarse a las imperfecciones de todo tipo y a la belleza de la piel en el sentido más amplio (resplandor de la tez, elasticidad de los tejidos, luminosidad).
Hablando de eso, ¿alguna vez te has sonrojado de vergüenza o de amor?
Microbiota cutánea y fluctuaciones del estado de ánimo.
Al mismo tiempo, oímos cada vez con más frecuencia hablar de esta enésima flora corporal compuesta por una población de microorganismos que se encuentran en la superficie de nuestra piel: la microbiota cutánea. Este último se encargaría de defender nuestra piel de las agresiones externas, del mismo modo que la composición de la microbiota intestinal nos permitiría digerir y asegurar más o menos bien nuestra inmunidad general.
Una higiene excesiva o el uso de productos cosméticos inadecuados pueden desequilibrar esta flora cutánea. Estamos hablando de disbiosis que puede dificultar su eficacia protectora (mantenimiento del pH, regulación de la inflamación, funciones antiinfecciosas y reparadoras). ¿Qué pasaría si nuestras fluctuaciones de humor también pudieran ser la causa de estos desequilibrios?
Durante la última década, los estudios han demostrado el vínculo entre la microbiota intestinal (que resuena con la microbiota de la piel) y las emociones, ¡desvinculando en parte a nuestro cerebro de estas fluctuaciones del estado de ánimo!
Por todas estas razones, y otras por descubrir, podemos definir la piel como un espejo de nuestras emociones. Parece pues que cuidar la mente y el bienestar emocional es fundamental para tener una piel bonita, independientemente de tu capital inicial.
He aquí algunas ideas para calmar nuestro acelerado cerebro, que es malo para nuestra piel:
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calma tu mente diariamente mediante ejercicios de respiración o meditación;
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despeje su mente a intervalos regulares practicando actividad física, que a su vez secreta neurotransmisores feel good, endorfinas;
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volver al cuerpo y permitirle relajarse mediante baños calientes y masajes frecuentes;
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plasmar en papel todo lo que lleva en el corazón gracias a la escritura, como rutina diaria u ocasional;
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interpretar un papel en el teatro o unirse a un coro, para liberar emociones y olvidar tus preocupaciones;
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ante una situación de tristeza desbordante, enfado, miedo… prueba métodos de regulación emocional como el TIPI o pensamiento positivo;
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busca apoyo psicológico para expresar tus sentimientos o trabajar viejos traumas.
En esta misma lógica, tomar complementos alimenticios que nutran el sistema nervioso (omega 3 en forma EPA/DHA) o que actúen sobre el equilibrio de los neurotransmisores (plantas adaptógenas, aminoácidos, vitaminas, minerales, oligoelementos) también es una buena manera de mejorar la apariencia de la piel. Esta estrategia será aún más relevante si se ha identificado una deficiencia o disfunción con la ayuda de un médico o naturópata.
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Ahora has tomado conciencia de la necesidad de cuidar tu piel de otra manera , pero no nos quedamos ahí: los descubrimientos sobre los vínculos sutiles entre la mente y la piel siguen en pleno apogeo. De este campo de investigación también nació una disciplina: la neuroendocrinopsicodermatología. Quién sabe... ¿Podría permitirnos, en un futuro próximo, desarrollar tratamientos capaces de actuar en profundidad sobre el equilibrio de nuestros neurotransmisores y la microbiota cutánea?
Para ir más lejos :
Tu piel tiene cosas que contarte del profesor Laurent Misery, Larousse
Bueno en tu piel, bueno en tu cabeza por la Dra. Danièle Pomey-Rey
La microbiota cutánea de Alain Géloën y Alexandra Raillan, Primeras ediciones - Institut Pasteur: La microbiota intestinal participa en el funcionamiento del cerebro y en la regulación de los estados de ánimo .